2009/09/26

## Series POP (07) ##


## ¿Quedamos así? ##

Día libre para descansar, cree que puede venirle bien. Afuera clarea y siente la necesidad de un café. Ahora está sentado en el rojo sofá del estudio. Ojea un número atrasado de la RDL con portada de Cohen mientras se rasca inconscientemente restos de pintura de las rojas bermudas. El cigarro se consumé más rápidamente que el café sin edulcorar: no se acordó de comprar azúcar. Ahora se está cepillando los dientes con una mano, la otra la utiliza para mear. Se ha aclarado la boca mientras se atusaba el pelo sin reparar en su aspecto en el espejo de marco rojo. Ahora suena el teléfono.

- ¿Julio?
- ¿Sí?
- Hola Julio, soy Julieta.
- Hey, ¿qué tal?
- Bien, bien. Oye, te llamaba por que me voy a retrasar una hora, o algo más, no lo sé –Julio se queda mirando el Daruma de la estantería. No recuerda que estuviera ahí, bueno, sí, pero no cuándo ni cómo ha podido llegar hasta ahí ni quien se lo regaló o, cosa poco probable, si lo compró él mismo para decorar su casa, puesto que nunca ha comprado nada para decorar su casa.
- ¿Pero…a qué hora habíamos quedado?
- A las 10, ¿es que no te acuerdas? – Julio se rasca el enmarañado pelo, bucleado, largo, algo sucio y moreno, tratando de recordar, no la hora (el motivo ya lo conoce) a la que ha quedado con Julieta, sino la procedencia del Daruma.
- Sí, sí, es verdad, perdona, es que he dormido poco hoy –contesta Julio a Julieta.
- Ya imagino…bueno, pues eso, que no podré llegar hasta la una –Los colores rojos y naranjas y la forma circular del Daruma le están penetrando en la cabeza a martillazos y le están sugiriendo nuevas ideas, posibilidades nuevas.
- ¿Pero no has dicho que te ibas a retrasar sólo una hora? -dice Julián en un momento de lucidez en la conversación. Esa circularidad, piensa Julio, esa curiosa forma oval.
- Sí, bueno, pero es que he pensado que ya que iba a retrasarme…que por un ratito más no pasaba nada. Así, de paso, cuando salga del médico, ya que me pilla muy cerca, podía hacer una visita a Julia, que hace más de una semana que llevo yendo a visitarla y aún no lo he hecho.
- Vale, vale, no pongas tantas excusas, que no pasa nada –Los grandes ojos del Daruma parecen querer decirle algo, unos grandes labios improvisados, deformados- no tengo el día fino –desestructurados, descontextualizados- así que pásate cuando quieras.
- Es que pensé que igual podría molestarte que fuera a tu casa tan tarde.
- Julieta, ¿para qué me dices que pensabas que igual me importaba que llegaras tarde, si ya habías decidido ir a hacer una visita a Julia antes de llamarme?
- En realidad sólo pensaba ir a verla si a ti no te causaba demasiados problemas. Ya sé cómo te gusta planificarte –Julio ha dejado de pensar en el Daruma y en sus posibilidades creativas y ahora se está poniendo de mal humor gracias a la conversación. Su día de deseado solaz está truncándose conscientemente en una salaz sensación hacia el Daruma. E, inconscientemente, hacia Julieta.

Julieta lleva posando como modelo para él desde hace dos meses, conoce hasta el último pliegue o la peca más escondida de su sexo mientras que ella ni siquiera es capaz de darse cuenta de cómo él (des)organiza su trabajo.

- Ningún problema, puedes pasarte por aquí cuando quieras –le dice Julio-. No voy a trabajar hoy. Puede que me vaya a dar una vuelta.
- Si no vas a trabajar, ¿para qué quieres que vaya hoy?
- También es cierto. Vente si quieres. Sólo si te apetece. Puedo observarte y tomar bocetos y notas o tratar de descubrir cosas que aún no haya sabido sacar de tú…
- ¿De mi qué?
- Bueno, ya sabes…
- Ya, ya sé. ¿Quieres entonces que me pase o no por tu casa?
## La Costa Brava - Llamadas perdidas ##

2009/09/22

## Series POP (06) ##



## Siempre existirán los Gigantes ##

En un espacio (ahora) de grandes dimensiones, gigantescas antes, normales mañana: 9 metros cuadrados, con paredes de color azul y rosa clarito tan a su gusto antes, aunque ahora le parecen demasiado cursis:

- Braddy, ¿quieres que te prepare una taza de té? – le dice Mary a Braddy. Braddy era esbelto, de mejillas sonrosadas, pelo largo, liso y rubio, vestido con ropas principescas.
- No, Mary, gracias –contesta Braddy a Mary. Mary también era esbelta, al igual que Braddy, con una talla de algunos centímetros (milímetros) menor que la de éste, rubia también, pero con el pelo ondulado aunque de ojos azules como los de Braddy (se me ha olvidado decirlo). Sus ropas, también principescas, dejaban a la vista sus torneadas y flexibles piernas.
- ¿Y si te preparo un whisky? ¿Igual lo prefieres? Tienes que descansar un rato –le dice Mary a Braddy, intentando desviar hacia ella su atención concentrada en los papales que reposan tétricamente encima de la mesa.
- Hummm, no, tampoco, gracias, tengo que terminar unos asuntos –las cejas de Braddy se enarcan, sin que sus ojos se desvíen ni un milímetro de los papeles que atentamente parece escudriñar, aunque Mary no se sabe si esa reacción cejil es ante el ofrecimiento de ella o ante algo escrito que llamativamente pueda haber reconcentrado su atención.
- ¿A qué hora piensas que terminarás de trabajar? –le interroga Mary, con un semblante que aún siendo inertemente plástico parece insinuar tristeza.
- No lo sé. Tu vete a ver la televisión, que en cuanto termine voy al salón.
- ¿Quieres que vaya preparando la cena?
- Vale, perfecto, como quieras.

Braddy y Mary se encuentran en la flor de la vida. Son una pareja de éxito, acaudalada, de noble linaje y notable posición entre sus coetáneos y que mantiene excelentes relaciones con sus conocidos, aunque ella no sepa qué quiere decir “coetáneos”. Rondarán la treintena, quizá tan sólo tengan veintipico: eso, para ella, es lo de menos.

Hay otros muchos. Hubo muchos otros. Todos en el olvido formando parte del recuerdo. Pero Braddy y Mary eran siempre sus preferidos. No es que los restantes no entraran nunca en acción, más bien al contrario, pero ella no sabía (o quería) volcar en ellos esos incipientes sentimientos propios de los Gigantes. Casi todos a quienes ella conocía eran Gigantes: seres de unas proporciones enormes, altísimos, viéndose obligada a girar el cuello hasta sentir dolor en sus cervicales si quería ver sus rostros y comunicarse con ellos. No entendía por qué todos tenían unas dimensiones tan grandes, mientras que, en cambio, Braddy y Mary y los demás eran mucho más pequeños que ella.

Ha empezado a entender muchas cosas. Ya no existen los Gigantes, esos seres que creía enormes y que ahora ni tan siquiera duplican su altura. También ahora comprende por qué Mary y Braddy eran tan pequeños y por qué podían ir siempre vestidos con la misma ropa sin que nadie les echara la bronca. Y el por qué de la indeterminación en cuanto a la hora en que se cena y el por qué de las botellas de whisky (que tanto gustan ahora también a su madre) vacías en la basura esperando a que alguien se deshiciera de ellas. ¿Y qué decir de lo mucho que le han gustado siempre a su madre las películas que de Brad Pitt y Meryl Streep pasaban por la tele? María, aunque a veces se acuerde de ellos y sienta una íntima nostalgia, sabe y, sobre todo, desea, que nunca vuelvan.

María ha empezado a comprender muchas cosas.



## Juniper Moon - ¿Volverás? ##

2009/06/25

## Serie POP (05) ##


## Instantánea ##

Día soleado. Mayo, la fila arena de Sitges aún no calienta demasiado, los pies no se achicharran. El troncomóvil esperando su llegada. Pocas palmeras y nada salvajes. Apenas una pareja de bañistas y una familia con dos chiquillos en torno a una sombrilla. Pero no serán un problema, el ambiente de la ciudad es liberal, los permisos están en orden. El equipo multimedia digital, por supuesto.


EVA: Mirad, ahí está.

LOCO LOCO: No os lo dije, va a molar, ya veréis.

NANCY: Yo creo que era de Spilberg, pero ya me haces dudar.

ANTONIO: ¿Quieres que apostemos?

NANCY: Paso de apostar, que ya te debo dos cervezas, pero vamos, estoy segura.

EVA: ¿De dónde habrán sacado ese trasto?

ANTONIO: Pues no se por qué no apuestas si estás tan segura. Venga, doble o nada.

NANCY: Que no, pesado, que ya te he dicho que paso de apuestas.

ANTONIO: No estarás tan segura como dices…

LOCO LOCO: Bueno chicos, ya estamos. ¿Qué os parece?

JUANJO: Pues qué quieres que te diga, lo de siempre.

EVA: ¿Cómo que lo de siempre? El trasto éste mola.

JUANJO: Psss.

EVA: Joder tío, siempre con humor de perros…

LOCO LOCO: Bueno, chicos, ya os conocéis el guión y la postura por la que tenéis que empezar. ¿Algún problema?

NANCY: ¿Dónde nos cambiamos de ropa?

ANTONIO: Yo aquí mismo, no te fastidia.

EVA: Yo ya traigo el bañador puesto.

LOCO LOCO: Hacedlo como queráis, pero en 10 minutos tenéis que estar listos. Mientras voy a ir poniendo los dos trípodes y a preparar las cámaras.

NANCY: Joder, pero si se me ha olvidado el bikini. ¿Cómo es posible? Estoy segura de haberlo metido en la mochila.

JUANJO: Para lo que iba a durar puesto...


Risas, risas, risas, no de todos.


NANCY: Eres un puto gracioso. No hay quien te aguante.

LOCO LOCO: Bien, bien, este ya está listo. Oye, Antonio, ven aquí y ayúdame a fijar este otro trípode, que no se que leches le pasa que no para de ladearse.

EVA: Será por la arena.

JUANJO: Verás cómo en unos minutos me aguantas bien, majetona.

NANCY: ¡Payaso!

LOCO LOCO: Estás que te sales hoy, ¿eh, Eva?

JUANJO: Ahora me dirás otra cosita, maja, en cuando empieces a menear ese culete.


Mar azul, como el de la Costa Azul, pero esto no es la Costa Azul, sí la Costa del Modernismo. Lugar ideal, negocio seguro. La música viene después. La simulación de sonidos depende, pero también, por lo general, después. La producción en el ordenador de los estudios, estudios que quedan reducidos a la planta alta de dúplex de Loco Loco, el director, guionista, productor y montador.

En esta ocasión el motivo central del filme es una reunión de amigos en la playa, al calor del verano, en un atardecer. No es tarde, ni por la tarde y aún quedan dos meses para el verano. Pero eso es secundario. Casi siempre. Hay un cierto público que se fija en todos los detalles, en la estructura lineal, fragmentada o en la precisión de los flashbacks del guión, en la ausencia de errores formales o posturales. Es un tipo de público escaso, muy exigente, que choca frontalmente con el consumidor medio y (al que en definitiva) van dirigidas este tipo de filmes.


Efervescencia púbica.


## La Casa Azul - El sonido efervescente de La Casa Azul ##

2009/06/17

## Serie POP (04) ##



## En la residencia ##


Los lunes, miércoles y viernes es tiempo de recordar y entonces oigo los gritos de los niños en el patio, la voz aguda de mi hija, el periquito de la cocina, el timbre que hace sonar el cartero todos los días a las 9.30 de la mañana, el claxon de la furgoneta del panadero cinco minutos después, el secador de la peluquería de Mari Pili, las lentejas hirviendo en la cazuela, el silbido de la cafetera, los goles del torneo infantil cantados en Radio Futura 3, la televisión con la receta de Arcillano, las voces del mercadillo de la plaza, las agujas de hacer punto entrechocando, los ladridos de Totó, los patos chapoteando en el estanque, el cortacésped que pasa Herminio todas las semanas, su último beso en el hospital, el olor a crisantemos, el tic-tac del reloj de la pared, el ding-dong del reloj de la pared.


Los martes, jueves y sábados miro a mi alrededor y escucho el hilo musical donde cada 14 minutos suena la canción de Anty y Pukas, la pierna de Arturo que cruje a la hora de la gimnasia de mantenimiento, la dentadura de Florita al chocar contra la mesa de la cocina, la bicicleta estática con su ritmo de caracol, las páginas de la revista de recetas saludables de Albertina, los pinchazos en el riñón, las perlas de la gargantilla sobre la mesita de noche, el roce de la lima de Consuelo haciendo la manicura 9 veces al día, la apertura automática de la puerta del confesionario, los raíles de las cámaras de televisión, el gorgoteo del jacuzzi, el helicóptero que sobrevuela la casa, los focos que se encienden y se apagan, el clac del maletín lleno de dinero del premio del ganador, la nominación que algún día me tocará a mí.


Los domingos descanso porque hay gala y sólo escucho la voz de la pequeña Mercedes Pilá que nos grita a través de los micrófonos mientras me imagino que mi pequeño nieto diabólico me observa a través del espejo disfrutando con mi encierro.


Hace dos meses y medio que todo me taladra el cerebro porque en la casa del Gran Abuelo se magnifican las cosas.



## Sexy Sadie -
Draining your brain ##

2009/06/04

## Serie POP (03) ##


## El principio ##


El ralo pelo ya se le había secado de su baño marsellés mientras estaba saboreando el segundo sorbo de Jim Bean, el cigarro que había encendido trasformándose en un fino filo ceniciento en el que no se distinguía el umbral que marcaba la separación entre cigarrillo y ceniza, divagando, sus pensamientos, navegando en esa fresca habitación que le habían proporcionado desde Televisión Española, en Arles, austera, pero muy adecuada para la tempranera y calurosa tarde de julio, esperando a que dieran las 8 de la noche, momento en el que se reuniría con Javier Marías y Gasset Dubois, momento en el que serviría otros dos vasos de Jim Bean, uno con dos hielos, para Javier, otro con un dedo de agua, para Dubois, tal como sabía que a ambos les gustaba, pues la situación, clima y atmósfera de la habitación debían ser los adecuados, y él era un gran maestro, profesional en los detalles necesarios para generar esa situación idónea que les conduciría a diseñar el especial que Televisión Española les había indicado que tenían que tener listo para finales de agosto, momento en el que se mirarían cara a cara, probablemente inhalando humo o sosteniendo un ducados entre los dedos pulgar e índice, ojos encendidos, atentos, interesados en obtener cuanta más y precisa información fuera posible, tratando de adivinar qué pensarían sus contertulios, si el gigante de Edward G. Robinson de Perdición podría ser el comienzo deseado, si pensarían que el fino y estilizado tantas veces chupado en Infierno de cobardes por unos labios dignos del mejor linotipista debería ser el punto y partida, si, tal vez, estarían deseosos de comenzar por un clásico de la industria tabacalera enraizado en la cultura norteamericana, Bogart y su maltés, Newman apoyado en el lateral de billar buscando la tirada definitiva, Hoffman desnudando algo más que su alma en los fríos tugurios neoyorkinos, o, definitivamente, pensando, ellos, amantes del siempre imponente Charles Laughton, que su cómica manera de conseguir la absolución para los testigos de cargo a través de inhalaciones a hurtadillas sería la lanzadera perfecta, pensando cómo los blancos pelos de la barba de su anfitrión se erizarían ante su creencia en la necesidad de soslayar el protagonismo a estos farsantes, pedantes del mundo material, con esa espiritualidad profunda que le caracteriza, que tantas veces ha sabido mostrar entre nubes de humo, libros, y esa mesa redonda, en la que posando nuestros ojos, todos hemos sido capaces de bostezar, comiendo palomitas, bebiendo una cerveza o haciendo lo que coños le diera la gana a cada uno, esperando, por fin, el 5, 4, 3, 2, 1.


## Lori Meyers -
Hostal Pimodan ##

2009/05/21

## Serie POP (02) ##



## Los hilos ##


Santiago aparece casi todos los días sobre las cinco de la tarde debajo de su sombrero. Sólo alguno de esos repetitivos días ocurre algo extraordinario. Pensativo y cabizbajo, aburrido y taciturno, triste y apesadumbrado, se dirige hacia el Parque de las Artes y las Ciencias en busca de algo de cháchara. Hoy le veo más cansado de lo habitual, incluso bosteza – será que Amelia le ha preparado cocido madrileño para comer – por no haber echado la siesta. Todos los días vestido con su traje (de faena) visita su gran obra en busca de recuerdos o reconocimiento o realización personal; Santiago no encuentra una (perfecta) salida a la apatía de la vida rutinaria desde su retiro o a la responsabilidad de ayudar a Amelia con las cosas de casa o al deber de cuidar a sus nietos mientras sus hijos continúan su trabajo y disfrutan con los proyectos de los nuevos (modernos) edificios.
Y yo pienso: maniobras de escapismo cotidiano.

A lo lejos veo a Paulino, el hermano de Paulino, el hijo de Paulino, el sobrino de Paulino. Con una frecuencia aproximada de una vez al mes un Paulino despega a través de la cubierta de L’Hemisfèric para encontrar a otro Paulino (quizás) o para ganar uno de los Premios Darwin (quizás). Paulino utiliza el método del paraguas que no le hará llegar tan lejos como a su bisabuelo el pionero Paulino, quien comenzó a volar sostenido por mil globos hasta que comenzó la (gran) explosión.
Y yo pienso: maniobras de escapismo extraordinario.

Y yo estoy: estoy ultimando mi plan de escapismo. Mañana a las cinco de la tarde, cuando me abran la puerta de la jaula para limpiar los restos de alpiste, saldré y me colocaré de pie (o pata) sobre el sombrero de Santiago y le diré pío-pío. Luego me apoyaré en el naranjo que a veces me da sombra e impide que me quede frito, cogeré impulso hasta caer en el paraguas de Paulino (el primo de Paulino) y le diré pío-pío. No puedo hacer nada más porque no sé quién mueve los hilos.

## Love of lesbian -
maniobras de escapismo ##

2009/05/18

## Serie POP (01) ##



## Una foto ##

No lo sé. Creo que sobre las siete y media, o quizá algo antes. Sí, sí, no te preocupes, mañana te llamo y te concreto la hora. Yo también me acuerdo, demasiado, pero...Ya te he dicho varias veces que te deshicieras de esa foto… Tú misma, pero no creo que te beneficie nada seguir conservándola. Ya hace un año y por mucho que la quisiéramos…María, ¿pero qué pregunta es esa? ¿cómo voy a haberla olvidado? Pero es que esa foto…

La misa del año se celebrará mañana en la iglesia San Juan, a las 8 de tarde, en la misma iglesia que no pudo contener los restos mortales de Pedrita, a 500 metros del cementerio en el que se celebró una suerte de simulado sepelio, de manera extraoficial y a petición expresa de Pakum y María.

Sus pequeños ojos compuestos, de un intenso color pardo verdoso, moteados de diminutas circularidades negras, habían quedado plasmados 364 días antes en la instantánea. Llevaban más de 15 días escalando el Monte Hassan, en Turquía, encontrándose a escasos 300 metros de la cima, cuando el hombre de las nieves se la llevó. Habían elegido el verano para no tener demasiadas dificultades con el proceso de aclimatación al frío seco del Monte Hassan. Pakum, al atardecer, todos los días, mientras María cocinaba algo para la cena, bebiendo, los tres, traguitos del tapón de la botella de Absolut, enseñaba a Pedrita a tocar la guitarra, como si se tratara de un íntimo e interiorizado ritual entre los tres. Pedrita se sentaba en una silla que habían diseñado para ella, plegable y de materiales sintéticos, ajustables a su peculiar morfología. No se puede decir que aprendiera muy rápido los acordes. De hecho, con frecuencia rompía sin querer las cuerdas con sus patitas. Su voz, sin embargo, era deliciosa, sonando y reverberando sobre la superficie nevada de Hassan: “Es lo que dicta el corazón, y yo no puedo ir contra él”. Era ella la que iba abriendo camino hacia la cima, expulsando con sus filiformes patitas delanteras la nieve hacia los laterales. Ella transportaba la tienda de campaña en una larga mochila, sobre su espalda, con unas cinchas laterales que evitaban que sus alas se aplastaran.

Tuvieron que esperar más de dos años para que se la concediera el Instituto Arandino de Coleópteros. Lo cierto es que en los últimos años los trámites burocráticos han ido en aumento. Análisis de la idoneidad filial, una adecuada solvencia económica, estabilidad emocional de los dos conyugues…y así hasta un sinfín de papeles que rellenar y entrevistas que realizar con el equipo psicológico del Instituto.

El día siguiente iba a ser su cumpleaños. No llegó a cumplir los 18. Al menos eso es lo que creen Pakum y María, ya que su joven y grácil cuerpo no ha sido encontrado ni por el equipo de rescate ni por la Guardia Civil. Pero ya han perdido todas las esperanzas de que regrese de Turquía.

María no puede olvidar, mientras mira la foto, los dulces momentos en los que acariciaba sus alitas, primero pequeñas, de unos pocos centímetros, lisas, luego mayores, de casi un metro de longitud, rugosas y con pliegues. Las antenas rozando su piel, poniendo de punta los pelos rubios de sus brazos. El amor es algo que no finaliza con la muerte, más bien al contrario, en muchas ocasiones tiene su origen en la muerte misma. ¿Pero qué ocurre en aquellos casos en los que la muerte es tácita, no declarada oficialmente ni comprobada por ninguno de los medios habituales? Es lo que dicta el corazón, y yo no puedo ir contra él.

## Mercromina -
Desde la montaña más alta del mundo ##

2009/05/14

Lápices (#10)



“No sé si tengo ganas de volver a comprar un billete para un viaje tan intenso como este que me ha traído aquí con el traqueteo de un vagón de un tren que siempre está a punto de descarrilar, con la agradable y enriquecedora compañía de unos y la inoportuna interrupción de otros, con el estímulo de llegar al más hermoso de los finales que es el de añadir otro rayo de luz al instinto de supervivencia del Homo sapiens sapiens. Me siento afortunado y satisfecho de apearme en la próxima estación, de poder sentarme en el gastado sillón de la biblioteca del tío Constantin para leer todas las páginas que allí se reúnen, de seguir con la tarea de ampliar y utilizar y gastar mi colección de lápices, de tener la ilusión y la energía para comprar el billete para el nuevo viaje que comienza Sebastián.

Diario de un lápiz alrededor de la vida.

Lencit, mayo de 2007.


Cerró los ojos un instante, respiró y se levantó de la mesa del café dispuesto a entrar en la Sala de Conciertos de Estocolmo.


2009/05/10

Lápices (#09)



8:47 minutos. 8 de mayo de 2007.

Trac.
El humo saliendo de sus intersticios bucales.
Radio fórmula os presenta la nueva canción de Madonna, Give it 2 me, el éxito del verano, sin duda. Tres éxitos encadenados ininterrumpidos, sin publicidad, casi 10 minutos de música, que concluirán con esta canción.

Trac, trac.
El Premio Nobel en mi bolsillo, el tan deseado Nobel, por fin, al alcance de mi mano. En unas horas. Esas hojitas tan bonitas, verdosas, con sus lindas florecillas blancas, en verano, claro, acompañándolas. Hojas aparentemente semejantes a otras, parecidas, miméticamente, si se quiere, idénticas a otras variedades y especies. Pero la maldad del estramonio, el VIH, las conspiraciones políticas, tanto adulterio y tanto chupapollas, del político al farmacéutico y del sobornante al sobornado, todo, ha sido derrotado, superado, a favor del bienestar de la sociedad, del progreso científico, habiendo mutado la physis aristotélica en la probeta del laboratorio.

Trac, trac, trac.
El subconsciente de Lencit percibe los rayos solares. Unas pequeñas gotas perladas de sudor empiezan a nacerle en la frente. La habitación toma formas extrañas, la mesa está dilatada, la silla en la que tantas veces se ha sentado, con su respaldo veteado, toma ondulantes formas. Le sorprende que la colección de lápices comprados en Lyon esté desparramada por la mesa y que no se encuentren sujetos en forma de haz por la cuerdecita que siempre los ha contenido agrupadamente. Hay restos de un sándwich en la mesa y migas esparcidas y un trozo de queso con el dibujo de cuatro dientes que indican que ha sido mordisqueado.

¿Ha merecido la pena? ¿Todos estos años de una investigación metamorfoseada en lucha contra el poder, contra los centros de poder, económicos y políticos? ¿He concebido yo a la actual sociedad? ¿Tan profunda ha sido la influencia del pensamiento de Constantin? ¿Cómo encontrar una explicación plausible al devenir de Otsuka?

Trac, trac, trac, trac.
Las gotas de sudor le llegan ahora al cuello y están empezando a mojar su camisa. Los rayos solares le están acalorando los pelos de la cabeza. En la cama hay un traje con raya diplomática, una camisa, y en suelo unos zapatos de acompañamiento, que son los que recuerda que tiene preparados para ponerse para la ceremonia. También hay una cajita, al lado de la almohada, que contiene los gemelos, el complemento perfecto que le va a otorgar un aspecto estupendo cuando se tenga que dirigir a todo ese público. Otra gota salada resbala sinuosamente sobre su cuello, aunque aún no nota la húmeda y cálida sensación. Los gemelos se mueven y se le acercan peligrosamente, ¡Lo que faltaba! ¿Me estaré volviendo loco?

El impago de los bancos nacionales está contrayendo la tasa de consumo, lo que repercute en la confianza de los consumidores. La tasa de desempleo en Francia alcanza el 11 %, cuestión que los sindicatos ya habían pronosticado meses antes, a pesar de las previsiones del gobierno de Sarkozy. El dial parece haber cambiado.

Trac, trac, trac, trac, trac.
Lencit comienza a girar su cuello y se pasa por él la mano, notando el sudor. Los rayos del sol hace ya un par de minutos que le están pegando de lleno en los ojos. Empieza a mover los tobillos, notándolos entumecidos. Respira demasiado rápido y tiene el ritmo cardíaco excesivamente acelerado, no es para menos, menuda noche de intrincados sueños. No todos los días tiene que dar uno una charla frente a un público tan numeroso, con todos los medios de comunicación expectantes y con flashes disparando indiscriminadamente. No todos los días se recibe un Nobel, piensa Lencit.

Las nueve y un minuto.
Llegada estimada a la estación de trenes de Chámbery a las doce y dos minutos.

Notó unos suaves golpecitos en el hombro. “Señor, señor... ya hemos llegado a Chámbery”. Cuando abre los ojos se encuentra a un muchachito de unos 12 años. Se lo agradece y para compensarle le ha regalado un lápiz, uno de los que había comprado cuando estudiaba en Lyon hace ya casi dos décadas, uno de los que se había traído como amuleto y recuerdo para este inolvidable viaje. El sudor ya se le ha secado. Se empieza a incorporar del asiento, todavía sintiendo rápidos latidos de corazón y una sensación desasosegante que le provoca el día que le espera y la mala noche que ha pasado. Está deseando encender un pitillo.

Mientras está recogiendo su maleta ve que en el andén ya lo están esperando Sebastián y Otsuka.

2009/04/29

Lápices (#08)


La luz del mediodía entraba a través del vidrio del estudio y reflejaba en su cuaderno de notas, el sonido entre las cuatro paredes era una mezcla entre el radiofónico y el “clac” de la dilatación de las ventanas. En estos años muchas cosas habían cambiado, pero Lencit no podía dejar sus lápices, sus dibujos y sus anotaciones, tampoco sus pensamientos. Pero llegar a una meta tan lejana como la suya le había dejado exhausto, sobre todo porque no encontraba otra meta más allá.


“… han sido galardonados este año con el Premio Nobel de Química y el Premio Nobel de Medicina. La investigación sobre las propiedades de la hoja del estramonio realizada por el equipo encabezado por estos dos científicos pondrá fin a la larga lucha contra el VIH, lo que supone…”


Lencit seguía inmerso en sus meditaciones y garabatos hasta que oyó el sonido que le hizo levantar la cabeza y mirar hacia la puerta de la entrada. La radio dejó de sonar.

2009/02/06

Lápices (#07)


16 años.
Año 2019.

El devenir nos ha transformado. Mason celebra cumpleaños y Sharon Tate, y Lennon y Ono, y la calle Abbey y el submarino amarillo, y Arafat y la OLP, y Normandía y Eisenhower, y el Concorde y Toulouse, y el VIH y Estados Unidos. Otsuka aún no existía hace 50 años, ni Sebastián, ni las farmacéuticas se habían convertido en las empresas con la mayor facturación anual a nivel internacional, y ni posible era pensar en que coches y aviones utilizaran combustibles alternativos al petróleo, dejando éste de ser la piedra angular del poder político y económico, ni los huesos de Kerouac podrían sospechar que sus poemas se habían convertido en la moda juvenil, en una suerte de Beat-dreamt-love que arrasa en los Temporex de los jóvenes de medio mundo, ni que el conflicto de Palestina e Israel fue solucionado tiempo atrás, ni que las relaciones interpersonales físicas habían dado paso a las relaciones sociales virtuales del Mundiabook, ni, por supuesto, que el ping-pong había sustituido como deporte rey, en todo lugar posible, al fútbol.

Lencit también cumplía años, 58, aunque Sebastián no lo recordara en el asiento 37 B de su Espaciac 734 dirección Yakarta.

16 años.
Mucho tiempo, demasiado. Las ilusiones, esa fortuna de poder atesorar un futuro incierto pero prometedor, convertirse en ecce homo House que tanto le gustaba ver con sus padres en su adolescencia, él, el futuro salvador de vidas, concienzudo y perspicaz investigador, ese futuro Nobel de medicina, la sosegada templanza y modestia con la que recibiría las felicitaciones y el reconocimiento de los familiares de los enfermos a los que salvaría de las enfermedades más intrincadas, pensando, éste es mi deber, mi modesta aportación a la humanidad, ésto, fue metamorfoseando, ésto, sufrió una paulatina involución y un lento arrinconamiento en el lóbulo temporal de las emociones de Sebastián, sí, eso, en 16 años.

17 años.

Lencit y Sebastián iban sentados al final del Espaciac 734. El pelo de Sebastián se había vuelto blanco. El de Lencit hacía tiempo que decidió abandonar su cabeza. Comían cacahuetes salados, ligeramente tostados, y bebían una cerveza, todo cortesía de la casa.

La suerte estaba echada, ahora sólo quedaba esperar. Se sentían como Redford y Newman se hubieran sentido 50, perdón, ya 51, años atrás. Todo almacenado en la CP45. Las viejas libretas de Lencit, los lápices, la observación plasmada en papel habían pasado a formar parte de esa parcela de romanticismo que acumulan las personas cuando han vivido el suficiente tiempo, en ese momento crepuscular de balance e interiorismo. Aunque bien puede ser la causa un formato mucho más manejable, camuflado en el ano de Sebastián.

De Thierry supieron que había sido asesinado. La Police Nationale francesa lo daba por desaparecido, una vez más, alguién no encontrado. Caso en espera, caso que nunca se resuelve.

Ellos conocían el verdadero motivo de su muerte, pero ahí quedaría, en el tintero del olvido, de tantas cosas que, quizá, debieran haber aparcado en ese mismo lugar. Pero la “verdad”, la necesidad de mostrar al mundo todo el mal que Datie y Otsuko (y el resto de las farmacéuticas, no vamos ahora a ponernos moralistas y sensibleros y considerar que únicamente por ser el germen de todo el problema se pueda verter sobre ellos toda la ignominia que alguien, menos informado de lo deseado en estas cuestiones, pudiera considerar de justicia, soslayando toda la vorágine que, a nivel agregado, implicando a todo poder fáctico, la situación provocó) ha provocado, sigue provocando, han hecho imposible que este par de personas corrientes pudieran actuar en esa dirección.

De Yanimoro poca luz podremos aportar. Tres años escondido en la India, Indonesia, Uzbekistán, Turkmenistán, etc. Demasiado tiempo, también. Había decidido no seguir huyendo. Ahora se dedicaba a coleccionar insectos exóticos, de todas las especies y colores. Hay mentes capacitadas para soportar la presión y otras que, sencillamente, o no pueden o no quieren, y la suya pertenecía, al menos en el ya, a éstas últimas. Cuando lo encontraron en una cabaña de madera a orillas del Caspio, en una zona aislada de todo contacto humano a 50 km a la redonda, les proporcionó mucha información, información inequívocamente necesia ¿Verdad, Lencit? ¿No es cierto, Sebatián? Después de la segunda visita comprendieron que 50 km era demasiado espacio, una extensión terrenal de comunicación con la vida insondablemente insalvable. Era preferible que siguiera coleccionando insectos mientras su sinapsis se lo permitiera, u Otsuka o cualquiera otra, da lo mismo, la suerte, nuevamente, estaba echada.

17 años.

Barcelona. 19:47 horas.

2009/01/21

Lápices (#06)



Sebastián vivía en Barcelona. Su trabajo como médico en el Hospital Vall d’Hebron le dejaba poco tiempo para sus estudios sobre combinaciones de medicamentos antivirales y fármacos estimulantes del sistema inmunológico, pero en ellos se encontraba inmerso el día que recibió la quinta misiva, el quinto sobre sin remitente.

Observó el sello impreso sobre el papel amarillento y arrugado del sobre, ésta vez Brasil, y suspiró. Se arrodilló junto a la estantería del estudio y abrió el baúl, de donde sacó una de las cajas metálicas que había tomado prestadas y guardó la carta sin abrir. Se sentó en una de sus butacas de escay y recordó.

Aquel verano iba con su padre Julián y su madre Emilie a Lyon a pasar unos días con su tío. Llegaron en el primer tren de la mañana y pretendían dar una buena sorpresa al incesante investigador, que llevaba varias semanas encerrado en su apartamento de la Rue de la Croix-Rousse. Sebastián subió las escaleras todo lo rápido que le permitían sus 16 años y llegó jadeante al cuarto piso, empujó la puerta entreabierta y vio el gran espectáculo. Una jungla de tallos y hojas secas, un espacio infranqueable.

Meses después su madre lloraba, su padre la consolaba, su tío no aparecía, la Police Nationale lo dio por muerto, Sebastián recogió sus cajas de lápices y sus cuadernos de investigación y se los llevó. Dos años después empezó a estudiar Medicina.

Lencit, el modelo, el halo de inspiración, según hemos querido concluir en nuestras hipótesis de investigación, el eremita, fue una celebridad, una deidad, un mito oriental, aunque solo lo fuera, en realidad, para Sebastián.

Y 16 años después empezaron a llegar las cartas, una cada semana, cada una desde un lugar del mundo diferente. Cartas con dibujos, con fragmentos de fórmulas, con mensajes indescifrables. Sentado en la butaca, observó el billete de avión comprado la semana anterior, decisión fruto de la lectura del cuarto escrito. Barcelona-Yacarta en busca de Yanimoro.