2009/09/26

## Series POP (07) ##


## ¿Quedamos así? ##

Día libre para descansar, cree que puede venirle bien. Afuera clarea y siente la necesidad de un café. Ahora está sentado en el rojo sofá del estudio. Ojea un número atrasado de la RDL con portada de Cohen mientras se rasca inconscientemente restos de pintura de las rojas bermudas. El cigarro se consumé más rápidamente que el café sin edulcorar: no se acordó de comprar azúcar. Ahora se está cepillando los dientes con una mano, la otra la utiliza para mear. Se ha aclarado la boca mientras se atusaba el pelo sin reparar en su aspecto en el espejo de marco rojo. Ahora suena el teléfono.

- ¿Julio?
- ¿Sí?
- Hola Julio, soy Julieta.
- Hey, ¿qué tal?
- Bien, bien. Oye, te llamaba por que me voy a retrasar una hora, o algo más, no lo sé –Julio se queda mirando el Daruma de la estantería. No recuerda que estuviera ahí, bueno, sí, pero no cuándo ni cómo ha podido llegar hasta ahí ni quien se lo regaló o, cosa poco probable, si lo compró él mismo para decorar su casa, puesto que nunca ha comprado nada para decorar su casa.
- ¿Pero…a qué hora habíamos quedado?
- A las 10, ¿es que no te acuerdas? – Julio se rasca el enmarañado pelo, bucleado, largo, algo sucio y moreno, tratando de recordar, no la hora (el motivo ya lo conoce) a la que ha quedado con Julieta, sino la procedencia del Daruma.
- Sí, sí, es verdad, perdona, es que he dormido poco hoy –contesta Julio a Julieta.
- Ya imagino…bueno, pues eso, que no podré llegar hasta la una –Los colores rojos y naranjas y la forma circular del Daruma le están penetrando en la cabeza a martillazos y le están sugiriendo nuevas ideas, posibilidades nuevas.
- ¿Pero no has dicho que te ibas a retrasar sólo una hora? -dice Julián en un momento de lucidez en la conversación. Esa circularidad, piensa Julio, esa curiosa forma oval.
- Sí, bueno, pero es que he pensado que ya que iba a retrasarme…que por un ratito más no pasaba nada. Así, de paso, cuando salga del médico, ya que me pilla muy cerca, podía hacer una visita a Julia, que hace más de una semana que llevo yendo a visitarla y aún no lo he hecho.
- Vale, vale, no pongas tantas excusas, que no pasa nada –Los grandes ojos del Daruma parecen querer decirle algo, unos grandes labios improvisados, deformados- no tengo el día fino –desestructurados, descontextualizados- así que pásate cuando quieras.
- Es que pensé que igual podría molestarte que fuera a tu casa tan tarde.
- Julieta, ¿para qué me dices que pensabas que igual me importaba que llegaras tarde, si ya habías decidido ir a hacer una visita a Julia antes de llamarme?
- En realidad sólo pensaba ir a verla si a ti no te causaba demasiados problemas. Ya sé cómo te gusta planificarte –Julio ha dejado de pensar en el Daruma y en sus posibilidades creativas y ahora se está poniendo de mal humor gracias a la conversación. Su día de deseado solaz está truncándose conscientemente en una salaz sensación hacia el Daruma. E, inconscientemente, hacia Julieta.

Julieta lleva posando como modelo para él desde hace dos meses, conoce hasta el último pliegue o la peca más escondida de su sexo mientras que ella ni siquiera es capaz de darse cuenta de cómo él (des)organiza su trabajo.

- Ningún problema, puedes pasarte por aquí cuando quieras –le dice Julio-. No voy a trabajar hoy. Puede que me vaya a dar una vuelta.
- Si no vas a trabajar, ¿para qué quieres que vaya hoy?
- También es cierto. Vente si quieres. Sólo si te apetece. Puedo observarte y tomar bocetos y notas o tratar de descubrir cosas que aún no haya sabido sacar de tú…
- ¿De mi qué?
- Bueno, ya sabes…
- Ya, ya sé. ¿Quieres entonces que me pase o no por tu casa?
## La Costa Brava - Llamadas perdidas ##

2009/09/22

## Series POP (06) ##



## Siempre existirán los Gigantes ##

En un espacio (ahora) de grandes dimensiones, gigantescas antes, normales mañana: 9 metros cuadrados, con paredes de color azul y rosa clarito tan a su gusto antes, aunque ahora le parecen demasiado cursis:

- Braddy, ¿quieres que te prepare una taza de té? – le dice Mary a Braddy. Braddy era esbelto, de mejillas sonrosadas, pelo largo, liso y rubio, vestido con ropas principescas.
- No, Mary, gracias –contesta Braddy a Mary. Mary también era esbelta, al igual que Braddy, con una talla de algunos centímetros (milímetros) menor que la de éste, rubia también, pero con el pelo ondulado aunque de ojos azules como los de Braddy (se me ha olvidado decirlo). Sus ropas, también principescas, dejaban a la vista sus torneadas y flexibles piernas.
- ¿Y si te preparo un whisky? ¿Igual lo prefieres? Tienes que descansar un rato –le dice Mary a Braddy, intentando desviar hacia ella su atención concentrada en los papales que reposan tétricamente encima de la mesa.
- Hummm, no, tampoco, gracias, tengo que terminar unos asuntos –las cejas de Braddy se enarcan, sin que sus ojos se desvíen ni un milímetro de los papeles que atentamente parece escudriñar, aunque Mary no se sabe si esa reacción cejil es ante el ofrecimiento de ella o ante algo escrito que llamativamente pueda haber reconcentrado su atención.
- ¿A qué hora piensas que terminarás de trabajar? –le interroga Mary, con un semblante que aún siendo inertemente plástico parece insinuar tristeza.
- No lo sé. Tu vete a ver la televisión, que en cuanto termine voy al salón.
- ¿Quieres que vaya preparando la cena?
- Vale, perfecto, como quieras.

Braddy y Mary se encuentran en la flor de la vida. Son una pareja de éxito, acaudalada, de noble linaje y notable posición entre sus coetáneos y que mantiene excelentes relaciones con sus conocidos, aunque ella no sepa qué quiere decir “coetáneos”. Rondarán la treintena, quizá tan sólo tengan veintipico: eso, para ella, es lo de menos.

Hay otros muchos. Hubo muchos otros. Todos en el olvido formando parte del recuerdo. Pero Braddy y Mary eran siempre sus preferidos. No es que los restantes no entraran nunca en acción, más bien al contrario, pero ella no sabía (o quería) volcar en ellos esos incipientes sentimientos propios de los Gigantes. Casi todos a quienes ella conocía eran Gigantes: seres de unas proporciones enormes, altísimos, viéndose obligada a girar el cuello hasta sentir dolor en sus cervicales si quería ver sus rostros y comunicarse con ellos. No entendía por qué todos tenían unas dimensiones tan grandes, mientras que, en cambio, Braddy y Mary y los demás eran mucho más pequeños que ella.

Ha empezado a entender muchas cosas. Ya no existen los Gigantes, esos seres que creía enormes y que ahora ni tan siquiera duplican su altura. También ahora comprende por qué Mary y Braddy eran tan pequeños y por qué podían ir siempre vestidos con la misma ropa sin que nadie les echara la bronca. Y el por qué de la indeterminación en cuanto a la hora en que se cena y el por qué de las botellas de whisky (que tanto gustan ahora también a su madre) vacías en la basura esperando a que alguien se deshiciera de ellas. ¿Y qué decir de lo mucho que le han gustado siempre a su madre las películas que de Brad Pitt y Meryl Streep pasaban por la tele? María, aunque a veces se acuerde de ellos y sienta una íntima nostalgia, sabe y, sobre todo, desea, que nunca vuelvan.

María ha empezado a comprender muchas cosas.



## Juniper Moon - ¿Volverás? ##