2009/05/21

## Serie POP (02) ##



## Los hilos ##


Santiago aparece casi todos los días sobre las cinco de la tarde debajo de su sombrero. Sólo alguno de esos repetitivos días ocurre algo extraordinario. Pensativo y cabizbajo, aburrido y taciturno, triste y apesadumbrado, se dirige hacia el Parque de las Artes y las Ciencias en busca de algo de cháchara. Hoy le veo más cansado de lo habitual, incluso bosteza – será que Amelia le ha preparado cocido madrileño para comer – por no haber echado la siesta. Todos los días vestido con su traje (de faena) visita su gran obra en busca de recuerdos o reconocimiento o realización personal; Santiago no encuentra una (perfecta) salida a la apatía de la vida rutinaria desde su retiro o a la responsabilidad de ayudar a Amelia con las cosas de casa o al deber de cuidar a sus nietos mientras sus hijos continúan su trabajo y disfrutan con los proyectos de los nuevos (modernos) edificios.
Y yo pienso: maniobras de escapismo cotidiano.

A lo lejos veo a Paulino, el hermano de Paulino, el hijo de Paulino, el sobrino de Paulino. Con una frecuencia aproximada de una vez al mes un Paulino despega a través de la cubierta de L’Hemisfèric para encontrar a otro Paulino (quizás) o para ganar uno de los Premios Darwin (quizás). Paulino utiliza el método del paraguas que no le hará llegar tan lejos como a su bisabuelo el pionero Paulino, quien comenzó a volar sostenido por mil globos hasta que comenzó la (gran) explosión.
Y yo pienso: maniobras de escapismo extraordinario.

Y yo estoy: estoy ultimando mi plan de escapismo. Mañana a las cinco de la tarde, cuando me abran la puerta de la jaula para limpiar los restos de alpiste, saldré y me colocaré de pie (o pata) sobre el sombrero de Santiago y le diré pío-pío. Luego me apoyaré en el naranjo que a veces me da sombra e impide que me quede frito, cogeré impulso hasta caer en el paraguas de Paulino (el primo de Paulino) y le diré pío-pío. No puedo hacer nada más porque no sé quién mueve los hilos.

## Love of lesbian -
maniobras de escapismo ##

2009/05/18

## Serie POP (01) ##



## Una foto ##

No lo sé. Creo que sobre las siete y media, o quizá algo antes. Sí, sí, no te preocupes, mañana te llamo y te concreto la hora. Yo también me acuerdo, demasiado, pero...Ya te he dicho varias veces que te deshicieras de esa foto… Tú misma, pero no creo que te beneficie nada seguir conservándola. Ya hace un año y por mucho que la quisiéramos…María, ¿pero qué pregunta es esa? ¿cómo voy a haberla olvidado? Pero es que esa foto…

La misa del año se celebrará mañana en la iglesia San Juan, a las 8 de tarde, en la misma iglesia que no pudo contener los restos mortales de Pedrita, a 500 metros del cementerio en el que se celebró una suerte de simulado sepelio, de manera extraoficial y a petición expresa de Pakum y María.

Sus pequeños ojos compuestos, de un intenso color pardo verdoso, moteados de diminutas circularidades negras, habían quedado plasmados 364 días antes en la instantánea. Llevaban más de 15 días escalando el Monte Hassan, en Turquía, encontrándose a escasos 300 metros de la cima, cuando el hombre de las nieves se la llevó. Habían elegido el verano para no tener demasiadas dificultades con el proceso de aclimatación al frío seco del Monte Hassan. Pakum, al atardecer, todos los días, mientras María cocinaba algo para la cena, bebiendo, los tres, traguitos del tapón de la botella de Absolut, enseñaba a Pedrita a tocar la guitarra, como si se tratara de un íntimo e interiorizado ritual entre los tres. Pedrita se sentaba en una silla que habían diseñado para ella, plegable y de materiales sintéticos, ajustables a su peculiar morfología. No se puede decir que aprendiera muy rápido los acordes. De hecho, con frecuencia rompía sin querer las cuerdas con sus patitas. Su voz, sin embargo, era deliciosa, sonando y reverberando sobre la superficie nevada de Hassan: “Es lo que dicta el corazón, y yo no puedo ir contra él”. Era ella la que iba abriendo camino hacia la cima, expulsando con sus filiformes patitas delanteras la nieve hacia los laterales. Ella transportaba la tienda de campaña en una larga mochila, sobre su espalda, con unas cinchas laterales que evitaban que sus alas se aplastaran.

Tuvieron que esperar más de dos años para que se la concediera el Instituto Arandino de Coleópteros. Lo cierto es que en los últimos años los trámites burocráticos han ido en aumento. Análisis de la idoneidad filial, una adecuada solvencia económica, estabilidad emocional de los dos conyugues…y así hasta un sinfín de papeles que rellenar y entrevistas que realizar con el equipo psicológico del Instituto.

El día siguiente iba a ser su cumpleaños. No llegó a cumplir los 18. Al menos eso es lo que creen Pakum y María, ya que su joven y grácil cuerpo no ha sido encontrado ni por el equipo de rescate ni por la Guardia Civil. Pero ya han perdido todas las esperanzas de que regrese de Turquía.

María no puede olvidar, mientras mira la foto, los dulces momentos en los que acariciaba sus alitas, primero pequeñas, de unos pocos centímetros, lisas, luego mayores, de casi un metro de longitud, rugosas y con pliegues. Las antenas rozando su piel, poniendo de punta los pelos rubios de sus brazos. El amor es algo que no finaliza con la muerte, más bien al contrario, en muchas ocasiones tiene su origen en la muerte misma. ¿Pero qué ocurre en aquellos casos en los que la muerte es tácita, no declarada oficialmente ni comprobada por ninguno de los medios habituales? Es lo que dicta el corazón, y yo no puedo ir contra él.

## Mercromina -
Desde la montaña más alta del mundo ##

2009/05/14

Lápices (#10)



“No sé si tengo ganas de volver a comprar un billete para un viaje tan intenso como este que me ha traído aquí con el traqueteo de un vagón de un tren que siempre está a punto de descarrilar, con la agradable y enriquecedora compañía de unos y la inoportuna interrupción de otros, con el estímulo de llegar al más hermoso de los finales que es el de añadir otro rayo de luz al instinto de supervivencia del Homo sapiens sapiens. Me siento afortunado y satisfecho de apearme en la próxima estación, de poder sentarme en el gastado sillón de la biblioteca del tío Constantin para leer todas las páginas que allí se reúnen, de seguir con la tarea de ampliar y utilizar y gastar mi colección de lápices, de tener la ilusión y la energía para comprar el billete para el nuevo viaje que comienza Sebastián.

Diario de un lápiz alrededor de la vida.

Lencit, mayo de 2007.


Cerró los ojos un instante, respiró y se levantó de la mesa del café dispuesto a entrar en la Sala de Conciertos de Estocolmo.


2009/05/10

Lápices (#09)



8:47 minutos. 8 de mayo de 2007.

Trac.
El humo saliendo de sus intersticios bucales.
Radio fórmula os presenta la nueva canción de Madonna, Give it 2 me, el éxito del verano, sin duda. Tres éxitos encadenados ininterrumpidos, sin publicidad, casi 10 minutos de música, que concluirán con esta canción.

Trac, trac.
El Premio Nobel en mi bolsillo, el tan deseado Nobel, por fin, al alcance de mi mano. En unas horas. Esas hojitas tan bonitas, verdosas, con sus lindas florecillas blancas, en verano, claro, acompañándolas. Hojas aparentemente semejantes a otras, parecidas, miméticamente, si se quiere, idénticas a otras variedades y especies. Pero la maldad del estramonio, el VIH, las conspiraciones políticas, tanto adulterio y tanto chupapollas, del político al farmacéutico y del sobornante al sobornado, todo, ha sido derrotado, superado, a favor del bienestar de la sociedad, del progreso científico, habiendo mutado la physis aristotélica en la probeta del laboratorio.

Trac, trac, trac.
El subconsciente de Lencit percibe los rayos solares. Unas pequeñas gotas perladas de sudor empiezan a nacerle en la frente. La habitación toma formas extrañas, la mesa está dilatada, la silla en la que tantas veces se ha sentado, con su respaldo veteado, toma ondulantes formas. Le sorprende que la colección de lápices comprados en Lyon esté desparramada por la mesa y que no se encuentren sujetos en forma de haz por la cuerdecita que siempre los ha contenido agrupadamente. Hay restos de un sándwich en la mesa y migas esparcidas y un trozo de queso con el dibujo de cuatro dientes que indican que ha sido mordisqueado.

¿Ha merecido la pena? ¿Todos estos años de una investigación metamorfoseada en lucha contra el poder, contra los centros de poder, económicos y políticos? ¿He concebido yo a la actual sociedad? ¿Tan profunda ha sido la influencia del pensamiento de Constantin? ¿Cómo encontrar una explicación plausible al devenir de Otsuka?

Trac, trac, trac, trac.
Las gotas de sudor le llegan ahora al cuello y están empezando a mojar su camisa. Los rayos solares le están acalorando los pelos de la cabeza. En la cama hay un traje con raya diplomática, una camisa, y en suelo unos zapatos de acompañamiento, que son los que recuerda que tiene preparados para ponerse para la ceremonia. También hay una cajita, al lado de la almohada, que contiene los gemelos, el complemento perfecto que le va a otorgar un aspecto estupendo cuando se tenga que dirigir a todo ese público. Otra gota salada resbala sinuosamente sobre su cuello, aunque aún no nota la húmeda y cálida sensación. Los gemelos se mueven y se le acercan peligrosamente, ¡Lo que faltaba! ¿Me estaré volviendo loco?

El impago de los bancos nacionales está contrayendo la tasa de consumo, lo que repercute en la confianza de los consumidores. La tasa de desempleo en Francia alcanza el 11 %, cuestión que los sindicatos ya habían pronosticado meses antes, a pesar de las previsiones del gobierno de Sarkozy. El dial parece haber cambiado.

Trac, trac, trac, trac, trac.
Lencit comienza a girar su cuello y se pasa por él la mano, notando el sudor. Los rayos del sol hace ya un par de minutos que le están pegando de lleno en los ojos. Empieza a mover los tobillos, notándolos entumecidos. Respira demasiado rápido y tiene el ritmo cardíaco excesivamente acelerado, no es para menos, menuda noche de intrincados sueños. No todos los días tiene que dar uno una charla frente a un público tan numeroso, con todos los medios de comunicación expectantes y con flashes disparando indiscriminadamente. No todos los días se recibe un Nobel, piensa Lencit.

Las nueve y un minuto.
Llegada estimada a la estación de trenes de Chámbery a las doce y dos minutos.

Notó unos suaves golpecitos en el hombro. “Señor, señor... ya hemos llegado a Chámbery”. Cuando abre los ojos se encuentra a un muchachito de unos 12 años. Se lo agradece y para compensarle le ha regalado un lápiz, uno de los que había comprado cuando estudiaba en Lyon hace ya casi dos décadas, uno de los que se había traído como amuleto y recuerdo para este inolvidable viaje. El sudor ya se le ha secado. Se empieza a incorporar del asiento, todavía sintiendo rápidos latidos de corazón y una sensación desasosegante que le provoca el día que le espera y la mala noche que ha pasado. Está deseando encender un pitillo.

Mientras está recogiendo su maleta ve que en el andén ya lo están esperando Sebastián y Otsuka.