2009/05/10

Lápices (#09)



8:47 minutos. 8 de mayo de 2007.

Trac.
El humo saliendo de sus intersticios bucales.
Radio fórmula os presenta la nueva canción de Madonna, Give it 2 me, el éxito del verano, sin duda. Tres éxitos encadenados ininterrumpidos, sin publicidad, casi 10 minutos de música, que concluirán con esta canción.

Trac, trac.
El Premio Nobel en mi bolsillo, el tan deseado Nobel, por fin, al alcance de mi mano. En unas horas. Esas hojitas tan bonitas, verdosas, con sus lindas florecillas blancas, en verano, claro, acompañándolas. Hojas aparentemente semejantes a otras, parecidas, miméticamente, si se quiere, idénticas a otras variedades y especies. Pero la maldad del estramonio, el VIH, las conspiraciones políticas, tanto adulterio y tanto chupapollas, del político al farmacéutico y del sobornante al sobornado, todo, ha sido derrotado, superado, a favor del bienestar de la sociedad, del progreso científico, habiendo mutado la physis aristotélica en la probeta del laboratorio.

Trac, trac, trac.
El subconsciente de Lencit percibe los rayos solares. Unas pequeñas gotas perladas de sudor empiezan a nacerle en la frente. La habitación toma formas extrañas, la mesa está dilatada, la silla en la que tantas veces se ha sentado, con su respaldo veteado, toma ondulantes formas. Le sorprende que la colección de lápices comprados en Lyon esté desparramada por la mesa y que no se encuentren sujetos en forma de haz por la cuerdecita que siempre los ha contenido agrupadamente. Hay restos de un sándwich en la mesa y migas esparcidas y un trozo de queso con el dibujo de cuatro dientes que indican que ha sido mordisqueado.

¿Ha merecido la pena? ¿Todos estos años de una investigación metamorfoseada en lucha contra el poder, contra los centros de poder, económicos y políticos? ¿He concebido yo a la actual sociedad? ¿Tan profunda ha sido la influencia del pensamiento de Constantin? ¿Cómo encontrar una explicación plausible al devenir de Otsuka?

Trac, trac, trac, trac.
Las gotas de sudor le llegan ahora al cuello y están empezando a mojar su camisa. Los rayos solares le están acalorando los pelos de la cabeza. En la cama hay un traje con raya diplomática, una camisa, y en suelo unos zapatos de acompañamiento, que son los que recuerda que tiene preparados para ponerse para la ceremonia. También hay una cajita, al lado de la almohada, que contiene los gemelos, el complemento perfecto que le va a otorgar un aspecto estupendo cuando se tenga que dirigir a todo ese público. Otra gota salada resbala sinuosamente sobre su cuello, aunque aún no nota la húmeda y cálida sensación. Los gemelos se mueven y se le acercan peligrosamente, ¡Lo que faltaba! ¿Me estaré volviendo loco?

El impago de los bancos nacionales está contrayendo la tasa de consumo, lo que repercute en la confianza de los consumidores. La tasa de desempleo en Francia alcanza el 11 %, cuestión que los sindicatos ya habían pronosticado meses antes, a pesar de las previsiones del gobierno de Sarkozy. El dial parece haber cambiado.

Trac, trac, trac, trac, trac.
Lencit comienza a girar su cuello y se pasa por él la mano, notando el sudor. Los rayos del sol hace ya un par de minutos que le están pegando de lleno en los ojos. Empieza a mover los tobillos, notándolos entumecidos. Respira demasiado rápido y tiene el ritmo cardíaco excesivamente acelerado, no es para menos, menuda noche de intrincados sueños. No todos los días tiene que dar uno una charla frente a un público tan numeroso, con todos los medios de comunicación expectantes y con flashes disparando indiscriminadamente. No todos los días se recibe un Nobel, piensa Lencit.

Las nueve y un minuto.
Llegada estimada a la estación de trenes de Chámbery a las doce y dos minutos.

Notó unos suaves golpecitos en el hombro. “Señor, señor... ya hemos llegado a Chámbery”. Cuando abre los ojos se encuentra a un muchachito de unos 12 años. Se lo agradece y para compensarle le ha regalado un lápiz, uno de los que había comprado cuando estudiaba en Lyon hace ya casi dos décadas, uno de los que se había traído como amuleto y recuerdo para este inolvidable viaje. El sudor ya se le ha secado. Se empieza a incorporar del asiento, todavía sintiendo rápidos latidos de corazón y una sensación desasosegante que le provoca el día que le espera y la mala noche que ha pasado. Está deseando encender un pitillo.

Mientras está recogiendo su maleta ve que en el andén ya lo están esperando Sebastián y Otsuka.

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