2008/10/16

On/Off (#04)


Ojos rojos inyectados en sangre con las venas formando decenas de intricadas y sinuosas curvas e interminables bifurcaciones; párpados embolsados de rebosante líquido; enmarañados e hirsutos rizos de pelo resbalándole por las sienes; incipientes arrugas jalonando todo el rostro. Daba asco.

Me estoy volviendo loco. Poco me importa si alguna vez llegué a ser feliz. ¿Lo fui? ¿Realmente sentí ese halo de vituperante optimismo a que tanto hacen referencia los existencialistas esos de mierda con los que he perdido mi tiempo en el sofá? Poco me importa. Nada me importa. Menuda puta mierda debatirme en tonterías. Ella se fue. Si alguna vez me quiso o si solo quiso follar conmigo ya qué importa. Llevo días…¿Días? Semanas…sin poder comprender nada de mi mismo. Con lo grande que creí ser. Lo tenía todo, todo, al alcance de la mano.

Se estiró la camiseta. Salió a la tenue luz del crepúsculo en busca de un silencioso, oscuro y tranquilo bar en el que poderse tomar algo. Encendió un cigarrillo. Aspiró profundamente. Inhaló y exhaló varias veces seguidas el humo del tabaco formando figuras con las volutas que salían de sus labios.

- Whisky con agua, por favor.

A lo lejos el espeso humo se fundía con el del resto de la clientela. No muy numerosa a esa temprana hora de la tarde. Al otro lado de la barra un señor de gruesas gafas negras apuraba lo que quedaba de un Martini con limón. Tenía la mirada distraída, con la cabeza ligeramente mirando hacía el techo del local. Sus interesantes pensamientos probablemente estarían siendo lucidísimos gracias a los Martinis.

- ¿Diga?
- Otro de lo mismo, por favor. Bueno, no, pónmelo doble.
- Tiene sed, ¿eh?
- Si tuviera sed pediría agua o cerveza, ¿no cree?

Al camarero se le tensó el rostro y con las cejas enarcadas fue a por el whisky para servirle otra copa. Markus dirigía vagamente la mirada alrededor del local. No recordaba haber estado nunca allí. Pero poco a poco, en paralelo a la dilatación que el alcohol iba provocando en sus pupilas, se iba sintiendo más a gusto. Las piernas comenzaban a mostrársele más livianas y la pesadez que tanto las habían venido atenazando comenzaba a remitir.

Dirigió una mirada al rostro de una chica de pelo corto, largas piernas y grandes ojos que se hallaba sentada en una mesa con una copa cuyo contenido difícilmente podríamos deducir con el sólo sentido de la vista. Ella le dirigió una breve mirada. Parecía ausente. Sin embargo, a pesar de que desearía haber hablado con ella, fue el señor de gafas negras el que se le acercó.

- Hola.
- Hola.

Y aquí llegamos a la clave de la suerte o desgracia que por puro azar puede condicionar de forma definitiva la vida de una persona. Qué curiosos son los designios de la existencia. La vida de Markus iba a dar un completo giro. Pero uno sólo; de 360 grados, pero sólo uno. No como lo hace la peonza con un sinfín de ellos, pero sin saber con exactitud cuando dejará de hacerlo. Y Markus sin la menor idea de que esto iba a suceder… ¿Qué hubiese ocurrido sino se hubiera bebido casi dos Whiskys y sus ensoñaciones internas no le hubieran permitido o no hubiera, conscientemente, deseado decir “hola”?

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