Una de sus pequeñas manías consistía en comprar la prensa local en cada viaje; así lograba estar informado de todo y sí, guardaba un ejemplar diferente de cada diario junto a las cajas de lápices: un New York Times por aquí, un Corriere della Sera por allí, era un coleccionista en potencia. Pasaba páginas a la vez que pegaba pequeños sorbos del delicioso café au lait que servían siempre en el Café Bertrand, a la vez que hacía garabatos con un lápiz demasiado afilado (detestaba los de dureza superior a 2H) sobre una servilleta impermeable, a la vez que miraba en derredor cada 10 segundos en busca de unos ojos amigos.
Acostumbraba a ver a Thierry de
Cuando llegó Thierry con Datie, le dio un toque en el hombro y se sentó a su lado. Encontró a Thierry muy desmejorado, ojeroso, despeinado, desmadejado, delgado, nada acicalado, como si fuese el último día después de un mes sin dormir, con una preocupación rondando en círculos concéntricos alrededor de su pelirroja melena. Después de meses de largas conversaciones telefónicas habían decidido comenzar una investigación común y Lencit ya tenía ganas de conocer a tan especial ejemplar. Observar, tocar, dibujar, escuchar, sentir. Datie, así la llamaba él, era un ejemplar de Datura stramonium o higuera loca, uno con unas peculiares características y Lencit sentía un gran interés por ella, por la planta chiflada.
Llevaba años queriendo sin querer adentrarse en el mundo de las plantas peligrosas. Llamó al camarero y pidió dos vasos de absenta.
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